LENGUA
Durante la videollamada seguiremos con la ortografía de la g y la j.
MATEMÁTICAS
No es difícil, solo hay que fijarse, sobre todo, en la colocación de las manos. Ánimo.
No es difícil, solo hay que fijarse, sobre todo, en la colocación de las manos. Ánimo.
Ejercicios 5 y 8 página 202.
SOCIALES
La cultura y el arte cristiano en la Edad Media.
FOMENTO DE LA LECTURA
El gato al que le gustaba la lluvia. (CONTINUACIÓN)
Lukas se sentó en la cama. Miró de nuevo el reloj. —Id
más deprisa —les dijo a las manecillas—. Corred. Pero aun así no se movían más
rápido. Tenía que hacer algo para que el reloj marcara las siete. Quizá podría
ir de puntillas hasta la habitación de sus padres y adelantar las manecillas de
su despertador. No, lo notarían. A su padre no le gustaba levantarse antes de
lo necesario. Lukas se tumbó de nuevo en la cama e intentó pensar en El
Torbellino. Era otra injusticia que su hermano tuviera un mote y que a él todo
el mundo tan sólo le llamara Lukas. No sabía a quién se le había ocurrido la
idea de llamarle a su hermano El Torbellino. Siempre había sido así. El
Torbellino era realmente un torbellino. Nunca estaba quieto y cuando se sentaba
a la mesa a comer no dejaba de moverse. Aunque Lukas pensaba que a lo mejor le
llamaban El Torbellino porque era muy bueno con el monopatín. En el barrio
donde vivían, en toda la calle Rónnbár, no había nadie que fuera tan bueno como
El Torbellino con el monopatín. Alguna vez había intentado enseñarle cómo se
hacía —a veces El Torbellino era el mejor hermano mayor del mundo—. Pero a
Lukas aquello le parecía muy difícil y El Torbellino, que no tenía paciencia
ninguna, enseguida se enfadaba con él. Lukas pensaba que nunca sería tan bueno
como El Torbellino con el monopatín. Tenía que encontrar alguna otra cosa en la
que pudiera ser igual de bueno. Pero ¿qué podía ser? No lo sabía, y le
resultaba difícil seguir pensando en eso porque en lo que más pensaba era en lo
que le regalarían. Miró otra vez el reloj. Todavía faltaba una hora entera
antes de que se despertaran sus padres. ¿Qué le habrían comprado? Había pedido
esquís nuevos y un juego de ordenador, pero no esperaba que se lo regalaran.
Mientras no le compraran ropa. Ése sí que era un regalo malo. Con la ropa no se
podía jugar. Otro regalo
malo era lo que los padres consideraban útil. Podía ser una lámpara para la
mesilla de noche o una silla. O aún peor, una alfombra. ¡Imagina si me regalan
una alfombra! Entonces sí que le iba a resultar difícil poner buena cara. Cada
mañana cuando se despertara, tendría que ver una útil alfombra en el suelo que
no servía para nada. Las alfombras que compraban los padres no podían volar.
Simplemente se quedaban en el suelo y si uno tenía mala suerte, se deslizaba
con ellas y se daba un golpe en la cabeza. Do pronto Lukas tuvo la certeza de
que le regalarían una alfombra. Estaba tan seguro que se enfadó sólo de
pensarlo. Y tampoco la podría cambiar. ¿Cuál de sus amigos querría una
alfombra? Y, claro, El Torbellino se echaría a reír. —Es injusto —dijo Lukas en
voz alta—. No quiero una alfombra nueva. Después se puso a pensar otra vez en
El Torbellino. Había muchas cosas injustas. El cumpleaños de El Torbellino era en
pleno verano y podían estar en el jardín. ¿Por qué el cumpleaños de Lukas tenía
que ser en marzo, cuando todo estaba embarrado o hacía frío? No iban a sentarse
en el jardín si nevaba o llovía. Uno debería poder elegir, pensó Lukas. El día
del cumpleaños, el nombre y lo que uno va a saber hacer bien. Se lo pediría
para el año que viene. ¡Un cumpleaños nuevo! Miró otra vez el reloj. Las
manecillas sólo se habían movido un poquito. El tiempo pasaba tan tremendamente
despacio. Después se quedó dormido, sin darse cuenta. Oyó cómo sonaba el
despertador en el dormitorio de sus padres. Se despertó cuando se encendió la
luz de su habitación y allí estaban todos cantándole el cumpleaños feliz. Y le
hicieron un regalo.
CONTINUARÁ MAÑANA MIÉRCOLES